Hola a tod@s!
La primera vez que lo vi, me miró con descaro: rodeada de tantos y tantos como él, él me desafiaba insolentemente, incitándome a que lo eligiera, a que nos escapáramos juntos. Pero yo no lo conocía de nada y siempre me han advertido que tenga cuidado con los desconocidos, que luego vienen las consecuencias. Así que, muy dignamente salí de allí del brazo de otro, sin mirar atrás... aunque me pareció ver un reflejo de decepción en su semblante. Los días pasaron y a mí no se me iba de la cabeza su atractivo, así que, como todos esos neuróticos que espían a sus citas por internet antes de salir con ellas, me dispuse a buscar alguna información que me descubriera qué había tras esa primera impresión: comprobé entonces que era nuevo en el barrio, que había sido el mejor de la clase un par de veces y que tras su bonita fachada era un ser complejo y con muchas cosas que decir... Cuando volví a aquel lugar no lo encontré en el sitio privilegiado que ocupaba antes, sino oculto tímidamente entre otros; fue entonces cuando Un hombre al margen y yo decidimos iniciar nuestro idilio, deseando que lo que unió Alexandre Postel no lo separara una mala lectura.
Damien North es un respetable profesor de Filosofía en una importante Universidad que ve cómo su tranquila y solitaria vida de viudo reciente cambia de un día para otro, cuando descubren en su ordenador imágenes pedófilas. Este hecho lo convierte en el centro de un escándalo brutal, acrecentado por ser descendiente de Axel North, un político determinante en la Historia de Francia. Damien afirma que él es inocente, que nunca haría eso, que ni siquiera sabe mucho de ordenadores, pero aun antes de que la investigación saque conclusiones definitivas, ya ha sido juzgado por la sociedad: la prensa se ceba en el asunto, descontextualizando los hechos a favor de una audiencia mayor, sus colegas y vecinos recelan de él porque ésta situación parece explicar por qué Damien siempre ha ido por libre y su familia comienza a aumentar la distancia, preocupada por lo que este problema les pueda afectar... Damien se ve contra las cuerdas, aislado, sin defensa alguna, lo que le hará hundirse cada vez más en una situación angustiosa que lo cambiará para siempre.
Ante todo hay que decir que Un hombre al margen no es una novela sobre pederastia u otros asuntos de similar calado: la aparición de unas imágenes pedófilas en el ordenador del protagonista son sólo una excusa para desarrollar la caída a los infiernos de una persona normal, en la que nunca había reparado nadie más de lo necesario, que de un día para otro pasa a ser un monstruo despreciable en base a una serie de conjeturas que lo ponen en el ojo del huracán. Damien, que siempre ha sido un hombre discreto, solitario, dado a la introspección, se ve envuelto en un embrollo que sobrepasa todas las proporciones imaginadas, dejándolo completamente tirado y desprotegido a los pies de los caballos. Todo el desconcierto, la rabia, la impotencia y la desesperanza que siente Damien la asume el lector con indignación, pero también con una pizca de recelo, pues aunque conoceremos a fondo la personalidad de Damien, no podemos evitar dudar un poquito de él, ya que todo apunta a que es culpable. Aunque finalmente se aclara lo sucedido, la pesadilla no terminará para Damien; a pesar de que intenta rehacer su vida con normalidad, el trauma de lo que ha pasado le deja muy tocado emocionalmente, alejándolo aún más de todos aquellos que lo juzgaron en su momento. El autor consigue transmitirnos con las complejas vivencias de este personaje, todo un cúmulo de sensaciones variadas e intensas que nos llevan a replantearnos cómo somos verdaderamente y cómo nos comportamos en situaciones similares en esta sociedad hipócrita aficionada a las medias verdades.
Alexandre Postel divide esta novela en dos partes con títulos muy significativos: Los días atroces y Los días feroces, conformadas a su vez por capítulos de mediana extensión donde se va narrando, sin grandes aspavientos, la lenta entrada de Damien en la boca del lobo. A pesar de ser una novela cargada de profundas reflexiones, estas quedan perfectamente insertadas en una prosa muy accesible y sólida, donde los diálogos entre personajes, las opiniones de los demás y los pensamientos de nuestro protagonista están en equilibrio, haciendo que el relato fluya sin contratiempos, aderezados, además, con cierto tono intrigante que mueve la trama; es sorprendente que esta sea la primera novela del autor, pues demuestra un gran talento que le augura una exitosa carrera en el mundo de las letras. Postel consigue algo mágico que no logran todos los escritores: que el lector le siga dando vueltas a la historia aún cuando no la tiene entre manos, lo que significa que ha dotado a su narración de un aura especial, que queda subrayada con la espléndida edición del libro realizada por Nórdica: todo un gusto para los sentidos.
Un hombre al margen es una obra que deja huella; no se trata de una historia complaciente, con moraleja y final feliz, sino una seria sacudida moral, un toque de atención hacia esa disposición al linchamiento casi innata en el ser humano que suele explotar ante acontecimientos extremos y que saca lo peor de nosotros mismos, sin pararnos a pensar en el daño que estamos haciendo o en que podemos estar equivocados. Todo lo que pasa Damien, todas esas miradas inquisidoras, esos reproches silenciosos y a viva voz, esa culpabilización feroz, esos juicios de valor que se hacen tan alegremente puede ocurrirle a cualquiera, pero cualquiera puede estar también en el bando de las acusaciones: no hace falta sino ver alguno de los programas matinales de las grandes cadenas de televisión para comprobar cómo el mecanismo inquisitorial a gran escala sigue vigente en pleno siglo XXI. Por todo esto Un hombre al margen me parece una lectura necesaria: no sólo por lo que nos puede aportar como entretenimiento, sino por la reflexión que lleva implícita sobre los valores de esta sociedad que hemos construido entre todos y sobre nuestra ética personal: nunca está de más hacer examen de conciencia. Nota: 8/10.
"Las noches se convirtieron en una penalidad entre dos luces. North se sumía en pensamientos que no eran tales, daba vueltas, hasta caer en el estupor, al misterio de aquel crimen que no había cometido, invocaba a un Dios en el que no creía. ¿Por qué él? ¿Qué había hecho? ¿Por qué no venía a socorrerlo nadie? Lo único que salía a flote, en el nerviosismo estéril del insomnio, era su parte más primitiva".