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Channel: El Lado Frío De Mi Almohada | Lectura Inquieta
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El año sin verano.

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Reseña, Opinión, Libro, El año sin verano, Carlos del Amor

No sé cómo habrá sido el invierno allá donde ustedes viven, pero aquí, en mi terruño, ha sido el más frío de los últimos 17 años. Esto llevó a que me pasara la mayor parte de los últimos meses bajo capas y capas de ropa ante el congelamiento inminente de mis extremidades y cuando andaba por casa, mis pintas eran más de esquimal que de otra cosa: a modo de rollito de esa primavera que tanto añoro, me envolvía meticulosamente en una mantita peluda, con precaución de no dejar ni la punta de la nariz fuera. Puede parecer una exageración, al fin y al cabo, vivo en unas islas con clima subtropical donde precisamente muchos guiris se refugian en busca de unos rayitos de sol... Pero les juro que no, que yo he pasado mucho frío y he llegado a temer que este largo invierno nunca llegue a su final. Puede que por este motivo me haya parecido oportuna la lectura de una de las novedades de las últimas semanas: escrita por Carlos del Amor, periodista cuyo particular estilo a la hora de realizar reportajes me tiene enamorada, El año sin verano era uno de esos libros que me leían la mente en cuanto a cuestiones meteorológicas... Encontrarlo en la biblioteca y comprobar lo finito que era (no sé por qué me había imaginado un tocho de 500 páginas, como los que suelen sacar todas las celebrities) fueron los alicientes que me empujaron a leerlo sin demora, deseando en mi interior que el agorero título de esta obra no se hiciera realidad en este 2015 de cambio climático latente.

Edificio de El año sin verano, Carlos del Amor

Parece ser un verano como otro cualquiera, pero no lo es: los meteorólogos coinciden en que, por primera vez desde 1816, este va a ser un año sin verano. Pero, con buen tiempo o sin él, la vida sigue como siempre, y la ciudad se vacía en un mes en el que todo el mundo coincide en salir de vacaciones. Nuestro protagonista, periodista de profesión, tendrá que quedarse trabajando ese  agosto en Madrid, lidiando como puede con las obligaciones laborales, la reciente muerte de su padre, su futura paternidad y el estancamiento en el que se encuentra su próxima obra literaria, cuya trama no avanza a pesar de que el plazo de entrega se acerca... Teóricamente el mes de soledad al que se enfrenta le va a servir para poner todas sus cosas en orden,  pero sus buenas intenciones se van al traste cuando encuentra en el rellano de la escalera un llavero perdido, perteneciente a su portera, que tiene copia de todas las llaves del edificio. La tentación por conocer la vida de sus vecinos es demasiado grande, así que aprovechará la ausencia de estos para allanar sus casas  e investigar sus vidas, descubriendo por el camino historias increíbles, dignas de formar parte de una novela.


El año sin verano es dos libros en uno: por una parte, tenemos lo que ya he comentado, la historia de un periodista atribulado que comienza a colarse en las casas de sus vecinos, con el fin de cotillear un poco en sus vidas. Pero a la vez nos encontramos con las historias que nacen a raíz de esa investigación, pues en los pisos de al lado surgen algunos misterios y coincidencias que nuestro protagonista pretende desentrañar:¿por qué el vecino del quinto izquierda conserva los periódicos del mismo día desde hace más de 30 años? ¿qué fue de su esposa a la que tanto amó y de la que no había oído hablar? ¿dónde se encuentra aquel vecino del ático que nunca aparece y que cedió su céntrico piso a un sobrino actor? Las respuestas a estas preguntas y a otras más que van surgiendo serán convenientemente desarrolladas por el autor, que juega a la metaliteratura con nosotros, haciendo que confundamos realidad o ficción y que continuamente nos preguntemos si la historia está o no basada en hechos reales: ¿fue capaz Carlos del Amor de invadir los apartamentos vacíos de su edificio con nocturnidad y alevosía para averiguar los secretos más ocultos de sus residentes? Las pocas páginas de las que consta el libro no nos lo aclara, pero a cambio nos ofrecen una bonita historia de caminos cruzados, amor y misterio de la que es mejor no saber demasiado para acompañar en nuestras pesquisas al protagonista, dejándonos llevar por la magia de una narración sencilla, amena y terriblemente encantadora.


El autor va entrelazando su trama personal con los hechos del pasado de una manera muy elegante, casando ambos elementos con naturalidad, sin imposturas. Las casualidades de la vida hacen que se sienta muy identificado con uno de sus vecinos, con el que comparte profesión y gustos culturales: las referencias al mundo del arte serán constantes pero no resultan excesivas, puesto que Carlos del Amor ha logrado integrarlas de manera adecuada en el argumento, llegando a formar parte importante del mismo. El narrador salta del relato en primera persona de sus vivencias veraniegas a la narración omnisciente cuando recrea, según las pistas que va recolectando, lo que pudo suceder en su edificio años atrás, configurando una novela muy entretenida y ágil, que nos hace cómplices de lo que nuestro periodista va descubriendo.El final tiene truco: sin desvelar demasiado, tengo que decir que al principio logró engañarme y me molesté con esa elección, pero esperé un poco más y recibí una respuesta que, no sé si es la que esperaba pero que al menos me resultó convincente. Uno acaba el libro con la agradable sensación de haber leído una historia escrita con mucho mimo, llena de pequeños detalles y guiños con los que es muy fácil conectar y que dejan una impresión plenamente satisfactoria.

Los tres viajeros aéreos favoritos, John - Francis Rigaud, Cuadro Libro El año sin verano Carlos del Amor

Aunque la premisa de la que parte el libro, esa de entrar en las casas ajenas a cotillear, no es una idea que me apasione (si estuviera en la situación del protagonista probablemente hubiera devuelto las llaves y punto), me ha gustado la manera en la que el autor ha desarrollado una historia a partir de ahí, dándole una personalidad autónoma al relato de sus experiencias estivales y llenándola de pequeñas referencias a otros libros y otras vidas que resulta muy entretenido descubrir. La prosa del autor es muy atractiva, pues combina belleza y sencillez, lo que hace que nos sintamos muy cómodos entre estas páginas, jugando a desentrañar qué es verdad, qué es ficción y qué puede pasar en la intimidad de esas vidas paralelas que se cruzan en el ascensor. Parece que el tiempo está cambiando y en los últimos días vuelve a salir el sol; eso me hace pensar que el frío se está marchando definitivamente... Pero si al final es una falsa alarma y las temperaturas vuelven a bajar, recordaré que mi experiencia en El año sin verano fue tan viva y cálida como una tarde de frío invierno al amor de la lumbre. 
Nadie cuenta o contamos la realidad totalmente al pie de la letra; inventamos o maquillamos lo que vivimos para hacerlo un poco más interesante. La vida es literatura y todos somos, en cierta medida, escritores. Cuando volvemos de vacaciones, por ejemplo, si alguien nos pregunta qué tal, condimentamos los buenos momentos un poco, casi nadie responde "mal", o "regular" o con un simple "bien". Inventamos; inventamos constantemente hasta construirnos unos recuerdos en los que se entremezclan lo vivido y lo ficticio de tal forma que al cabo de un tiempo ya no sabemos si lo que sucedió es del todo cierto o no. Siempre pienso esto cuando observo las páginas de Facebook de la gente. Un tanto por ciento muy elevado está lleno de fotografías de instantes increíbles, como si todo el mundo se pasara la vida en un concierto, en una gran comida o en un viaje interminable; seleccionan la mejor foto, el mejor momento, lo exageran y dentro de unos años, cuando miren ese álbum virtual, se darán cuenta de que tono fue maravilloso. El hombre es un superviviente de su propia vida.

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