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Channel: El Lado Frío De Mi Almohada | Lectura Inquieta
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El devorador de calabazas.

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Estuve varios meses sin visitar la biblioteca porque me dolía entrar en el edificio: paredes desconchadas, muebles deteriorados, libros perdidos... Cada vez que me pasaba por allí, me daba cuenta de que había un trabajador menos, de que el horario se había reducido, de que los niños no escucharían más cuentos entre aquellas paredes... En las antiguas estanterías de novedades se posaba el polvo mezclado con las páginas amarillentas de alguna novela promocional que algún periódico ofreció muchos años atrás, sacada del baúl de los recuerdos... Los usuarios que antes llenaban la sala, tropezándose por los pasillos y haciendo cola para pedir su turno en los pocos ordenadores que quedaban libres habían menguado dramáticamente, dejando su hueco a los estudiantes ocasionales que ocuparían las mesas unos pocos días para no regresar hasta el nuevo trimestre. Más que ir a una biblioteca, sentía que acudía a un cementerio y esa idea me ponía triste. A principios de este año me vi en la obligación de regresar otra vez  a aquel antiguo templo de felicidad en ruinas y me llevé una grata sorpresa: al parecer algún mago o hada madrina escapó de los libros allí guardados y transformó la decadencia en renacimiento; a pesar de que aún se podían apreciar las heridas de guerra tras un largo tiempo de abandono, el lugar volvía a ser un animado sitio en el que a cualquiera le apetecía pasar el rato. No pude dejar de fijarme en las nuevas estanterías cargadas de libros por estrenar, ni pude evitar llevarme a casa todos los que pude: una de las obras secuestradas fue El devorador de calabazas, de Penelope Mortimer, una novela que llevaba algunos meses en mi lista de deseos y que no podía pasar por alto, no fuera a ser que esta maravillosa biblioteca que ante mí se aparecía no fuese otra cosa que un espejismo transitorio hijo de una mente ilusa.


La señora Armitage quiere ser madre, un deseo nada disparatado para una mujer casada de mediados del siglo XX. Sin embargo, nadie opina que sea buena idea que la señora Armitage traiga a una criatura al mundo e incluso le recomiendan que acuda al psiquiatra para hacérselo mirar; quizás tenga mucho que ver que nuestra protagonista ya ha parido anteriormente a varios hijos, tantos que parece que ni ella misma lleva la cuenta...Para el cuarto marido de la señora Armitage, Jake, el deseo de su esposa es sencillamente una locura y hará todo lo posible por persuadirla:él no quiere más hijos, está cansado de trabajar para tantos niños que ni siquiera son suyos. Para la señora Armitage, el embarazo es el único estado en el que puede ser feliz: sólo durante esos nueve meses de gestación siente que es una persona importante, fuerte y completamente realizada.El devorador de calabazas es un desgarrador  relato sobre la vida conyugal y la complicada situación de una mujer que quiere ser feliz en una sociedad machista, en la que no tiene ni voz ni voto y en la que ha de plegarse a los deseos de los demás mostrando siempre una sonrisa, aunque por dentro se esté muriendo de infelicidad y desesperación.


La señora Armitage (cuyo nombre de pila nunca conoceremos) se nos presenta como un personaje complejo y lleno de contradicciones: por una parte podemos pensar que es una mujer algo alocada e inconsciente, pues ha ido coleccionando hijos y maridos como si fueran cromos, sin darle demasiada importancia al compromiso que supone formar una familia pero, por otro lado, la vemos como una esposa que idolatra a su último marido, Jake, que lo quiere complacer en cada capricho, a pesar de que él no es todo lo perfecto que cabría esperar. Una mujer obsesionada con pasar más tiempo con su esposo, demasiado ocupado con su trabajo y con su éxito como guionista de cine: la señora Armitage añora esos primeros años de matrimonio, cuando ambos eran una familia numerosa pobre pero feliz: ahora pertenece a una clase media acomodada y tiene todo lo que pueden desear pero está absolutamente insatisfecha con una vida en la que no es más que un florero y un matrimonio que hace agua por todas partes. Mortimer también retratará sutilmente a Jake, mostrándonos a un hombre extremadamente manipulador y egoísta que siempre termina consiguiendo lo que quiere, aunque esto implique mentir y hacerse la víctima. La compleja relación entre estos personajes y la salida a la luz de sus verdaderos caracteres será el nervio que recorra toda la novela y que mantendrá al lector expectante, pues los vaivenes emocionales de los protagonistas logran atravesar su realidad de papel.


El devorador de calabazas está escrito con un estilo sencillo y franco pero no carente de profundidad: Mortimer no resulta rebuscada a la hora de expresar lo que quiere transmitir, sino que hace uso de la claridad más absoluta, que en ocasiones puede resultar hiriente. La historia de la señora Armitage la iremos conociendo a través de sus conversaciones con el psiquiatra al que su marido y sus padres le obligan a acudir para tratar esa obsesión por traer hijos al mundo, y también desde su propio punto de vista, cuando nos haga partícipe de recuerdos de su pasado y nos invite a presenciar sus conversaciones con Jake. Los diálogos de esta novela son concisos y directos, muchas veces cargados de amargura y reproche, otras de adulación y desconsuelo. El clima que evoca la autora es claustrofóbico, asfixiante y nos hace empatizar con la soledad de la señora Armitage, aunque evita presentárnosla como una mártir: aunque ella es la más débil de la pareja, no se disfraza su parte de culpa en esta situación. La manera en la que Mortimer desarrolla esta historia, a primera vista común y corriente, es realmente brillante: puedo decir que es uno de esos libros que no te apetece dejar de leer, no por que enganche, sino por la intensidad de lo que cuenta y, cuando no lo tienes entre manos, es normal que tus pensamientos acudan a estas páginas, reflexionando sobre lo que le sucede a ésta pareja, por qué le ocurre y qué haría uno en su situación. 


El devorador de calabazas es una lectura reflexiva, que hace que nos planteemos, entre otras muchas cosas, el papel de la mujer en la sociedad y la anteposición de los deseos de los demás a los propios. Aunque a lo largo de las líneas que componen esta novela prevalece un poso de amargura y pesimismo, me ha gustado mucho su lectura, pues es un libro diferente a lo que podemos encontrar hoy en día en cualquier librería o biblioteca, nos plantea cuestiones incómodas y nos invita a escarbar dentro de nosotros mismos para encontrar respuestas. A pesar de haber sido escrito en la década de 1960 me ha parecido un libro rabiosamente actual, pues gran parte de las cosas que vive y siente la señora Armitage no han cambiado tanto con el paso de los años: desgraciadamente, muchas de las expectativas que se tenían sobre una mujer hace cincuenta años se siguen manteniendo ahora y otras, aunque parecen superadas, saltan a la luz en lo que se escarba un poco. Creo que este libro hay que leerlo sin saber demasiados detalles de la trama (no entiendo por qué muchas reseñas destripan algunos aspectos fundamentales de la misma) y con el espíritu crítico con ganas de juerga: con estos elementos presentes les aseguro que la lectura de El devorador de calabazas será una experiencia de lo más enriquecedora. 

- Nada importa ahora, supongo. Pero hay algo que sí.
- Claro que algo importa. El futuro.
- No. No el futuro. La verdad.
- ¿Es que no lo ves? Antes de que te enterases de la verdad, éramos felices. ¿De qué sirve averiguar continuamente la verdad? La verdad siempre es desagradable.
- ¿Solo las mentiras son agradables?
- Por lo general. Por eso la gente miente. Para hacer la vida soportable.
- Sí. Ya lo veo.

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