El libro que hoy les traigo es uno de esos que poseen un aura especial: quizás muchos no sepan de qué trate, pero es improbable que no hayan escuchado su nombre alguna vez. Y es que un título como Guía del autoestopista galáctico no es de esos que pasen desapercibidos: genera sorpresa, curiosidad, incertidumbre... Si además le sumamos cierta reverencia a su alrededor por haber dado lugar a muchísimos elementos que han pasado a formar parte de la cultura popular en su faceta más friki, podemos decir que estamos ante una obra de culto. Supongo que cuando Douglas Adams, su autor, escribía guiones para una loca radionovela que se desarrollaba en el espacio exterior no sabía que la criatura se iba a convertir en un clásico contemporáneo de la ciencia-ficción que tiene hasta su propia festividad, pero lo cierto es que esta "trilogía en cinco libros"(como él mismo definió), rompió todos los moldes. Yo conocí este libro hace muchos años, en alguna clase de literatura del instituto, y su nombre se me quedó fijado: entre tanto título serio y trascendente surgía esta guía que casi parecía reírse de los demás... Pero no me decidí leerlo hasta hace unos meses, cuando empecé a pensar en él de manera insistente y sin venir mucho a cuento: cuando esto me pasa lo único que se me ocurre es obedecer inmediatamente a mi cerebro, no sea que se enfade. Fue así como me convertí en viajera intergaláctica de manera oficial.
Arthur Dent es un tipo normal y corriente que un día se encuentra con que van a demoler su casa para construir por allí una vía de circunvalación. Arthur protesta enérgicamente, pero la cosa no parece que vaya a tener un final feliz... Aparece entonces su buen amigo Ford Perfect, que parece tener algo importante que contarle: entre cerveza y cerveza Ford le confiesa a Arthur que es un extraterrestre de incógnito que lleva 15 años en la Tierra investigando para contribuir a la Guía del autoestopista galáctico y que el planeta está a punto de desaparecer porque se va a construir una autopista hiperespacial que pasa por allí. El sorprendido Arthur no da crédito a lo que está escuchando pero, ante la precipitación de los acontecimientos, decide seguir a su amigo, comenzando una aventura en la que se adentrará en nuestro vasto Universo, conociendo diferentes lugares y personajes a cuál más peculiar, al tiempo que se inicia en los secretos de la guía que da nombre a esta novela.
La mejor definición para hablar de los personajes de esta novela sería "fuera de lo común"; el más corriente es Arthur, con el que nos podemos identificar al ser un humano simple y sencillo que, de pronto se encuentra inmerso en un viaje inesperado donde conocerá otras culturas muy diferentes de la suya, que se manifiestan de formas que nunca imaginó posibles. Destaca también el alegre y optimista Ford Perfect, amigo de Arthur, que será su cicerone en su periplo espacial: a través de él conoceremos mejor los entresijos de la guía que da nombre al libro y será quien le muestre a Arthur (y a nosotros) las peculiaridades de la Galaxia. Tras algunas peripecias intermedias, Arthur y Ford llegan a la nave Corazón de Oro, en la que entablarán amistad con sus tripulantes: Zaphod Beeblebrox, que tiene dos cabezas, es expresidente de la galaxia y tiene unas ideas un tanto descabelladas, Trillian una humana que lleva ya tiempo en el espacio y se maravilla con cada cosa nueva que surge o Marvin, el androide paranoide, de espectacular inteligencia pero con una autoestima por los suelos que hace que esté todo el tiempo quejándose (con mucho arte, eso sí). Estos y otros personajes deambulan por este libro singular en el que, entre risas y situaciones absurdas vislumbramos también algunas píldoras de sabiduría sobre el sentido de la vida y cómo tomarse las cosas con menos dramatismo.
A pesar de enmarcarse dentro del género de la ciencia - ficción, Guía del Autoestopista Galáctico es un libro ligerito, muy fácil de leer y sin ninguna complicación metafísica: aunque toma como referencia el espacio, la tecnología y diferentes formas de vida, no vamos a encontrar conceptos aturullantes y, si los hay, serán utilizados de una manera irónica, precisamente para burlarse un poco de la vertiente más seria del género. La novela está plagada de diálogos que muestran la acción permanente de nuestros personajes, que no paran quietos desde que salen de la Tierra: todo es nuevo, todo son aventuras, hay mucho por descubrir y experimentar. La historia está impregnada de un humor disparatado y delirante con el que no creo que conecte todo el mundo. En mi caso y a pesar de que me gusta mucho esa ironía absurda, confieso que no me llenó tanto como imaginaba que lo haría: hay partes con las que me lo pasé muy bien, pero otras me resultaron más bien pesadas... Lo que más me gustó del libro, sin ninguna duda, fueron las entradas de la guía incluidas en el transcurrir de la novela: Douglas insertó partes del manual del autoestopista galáctico en el discurrir de la historia, y todas ellas me resultaron frescas y divertidas, deseando que ocuparan más espacio del que lo hacen; sin querer despreciar al resto de la novela, creo que la verdadera genialidad del libro está en estos fragmentos, que son tan surrealistas como maravillosos.
Si les soy cien por cien sincera, este libro ha supuesto una pequeña decepción para mí: esperaba mucho de él y no me correspondió como a mí me hubiera gustado.La historia es divertida, a los personajes se les coge cariño pronto y la prosa no resulta nada complicada, pero supongo que yo me había dejado llevar por la mitología de alrededor inflando mis expectativas hasta el infinito y más allá. A esto hay que sumarle que yo creía que la guía en sí tenía mucho más protagonismo del que tiene en realidad (de hecho, pensaba que todo el libro estaba escrito a modo de guía) y, al ver que esto no era así, aumentó mi desencanto. A pesar de todo, me parece que Guía del autoestopista galáctico es un libro que gustará a todo buen friki (como comenté, aquí está la cuna de muchos chistes y lemas de este mundillo) y a cualquier lector que disfrute de una historia diferente, que emana originalidad por los cuatro costados y con un punto de irreverencia que la convierten en una novela única e incomparable.
La Guía del autoestopista galáctico tiene varias cosas que decir respecto a las toallas. Dice que una toalla es el objeto de mayor utilidad que puede poseer un autoestopista interestelar. En parte, tiene un gran valor práctico: uno puede envolverse en ella para calentarse mientras viaja por las lunas frías de Jaglan Beta; se puede tumbar uno en ella en las refulgentes playas de arena marmórea de Santraginus V, mientras aspira los vapores del mar embriagados; se puede uno tapar con ella mientras duerme bajo las estrellas que arrojan un brillo tan purpúreo sobre el desierto de Kakrafun; se puede usar como una vela en una balsa diminuta para navegar por el profundo y lento río Moth; mojada, se puede emplear en la lucha cuerpo a cuerpo; envuelta alrededor de la cabeza, sirve para protegerse de las emanaciones nocivas o para evitar la mirada de la Voraz Bestia Bugblatter de Traal (animal sorprendentemente estúpido, supone que si uno no puede verlo, él tampoco lo ve a uno; es tonto como un cepillo, pero voraz, muy voraz); se puede agitar la toalla en situaciones de peligro como señal de emergencia, y, por supuesto, se puede secar uno con ella si es que aún está lo suficientemente limpia".