Si hay un género literario que me gusta, pero al que le presto poca atención, ese es la novela negra: no sé por qué razón siempre lo aplazo en detrimento de otras historias que poco o nada tienen que ver con investigaciones, crímenes y tipos duros en un bar, aunque cuando decido hacerle hueco, lo suelo pasar muy bien. En 2014 quizás se hizo más evidente ese abandono al que he sometido a estas narraciones: que yo recuerde, sólo leí un libro que se enmarcaba dentro de la categoría noir, y es este que les traigo hoy. Fueron dos los elementos los que hicieron que eligiera La estrategia del pequinés como lectura frente a otras del mismo tipo: la buenísima crítica que estaba recibiendo este libro, que tuvo como colofón la entrega del Premio Hammett a su autor, Alexis Ravelo y, sobre todo, la ambientación: como canaria me gusta leer tramas que se desarrollen en mi tierra, pero desgraciadamente éstas son poco frecuentes o se regodean en ciertos clichés que me desagradan. Predispuesta a encontrarme con una historia que me podía gustar, pero algo recelosa de que los elogios no fueran más que una maniobra publicitaria, me dispuse averiguar cuál era esa estrategia del pequinés que pregonaba enigmáticamente el título, aún a riesgo de recibir un chasco y terminar con el rabo entre las patas.
Detrás de la cara más amable y turística de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria nos encontramos un mundo marginal, en el que sus habitantes se buscan la vida como sea, intentando sobrevivir a los malos tiempos como buenamente pueden.Las drogas, la prostitución y la criminalidad parecen ser las únicas puertas de salida para muchas de estas personas, a pesar de sus esfuerzos por apartarse de las malas influencias y salir adelante... En este contexto encontramos a varios personajes, como el Rubio, Cora o el Palmera que, a pesar de haber dejado atrás la "vida perra" ven una oportunidad de prosperar definitivamente gracias a un plan maestro orquestado por Júnior, uno de los camellos locales con más influencia, que pretende dar un palo al jefe del cotarro, el Turco, y estafarle un buen par de miles de euros. Todo parece estar atado y bien atado y no ha lugar a error pero,¿será posible que por una vez el perro chico le pueda al grande?
Una de las grandes fortalezas de La estrategia del pequinés son sus personajes: cercanos, reconocibles, sin imposturas; estamos hablando de gente normal, que quizás ha tenido que jugar un poco sucio en algún momento de su vida, pero que lo único que quieren es prosperar y vivir sin complicaciones. El Rubio, un antiguo delincuente reconvertido en segurita sólo aspira a conseguir el dinero suficiente para darle los mejores cuidados a su mujer, enferma de cáncer. Cora, una prostituta de lujo desencantada con la vida, quiere retirarse ya de ese mundo que tanto la ha quemado. Tito el Palmera, un parado sin esperanza, se aferra a un sueño: regentar un pequeño bar que puede ser su reenganche a la vida activa, a sentirse útil. Estos tres personajes unirán sus fuerzas para llevar a cabo el "asequible" plan propuesto por Júnior y del que les han prometido que pillarán cacho, pero quizás demasiado cegados por un dinero relativamente fácil no han tenido del todo en cuenta que ellos están en lo más bajo de la pirámide alimentaria, que son carroña para otros más poderosos que los utilizan como peones, que, muchas veces, ni siquiera un plan maestro enmienda una vida llena de fracasos. A pesar de todo determinación no les falta, y puede que utilizar la estrategia del pequinés (sorprender a quien te ve claramente vulnerable mostrándote agresivo y atacando a traición), obligue a la suerte a sonreírles de una vez por todas.
La tridimensionalidad de los personajes viene dada, no sólo por la magnífica descripción de vidas, pensamientos y circunstancias que hace el autor sino por la capacidad de Ravelo para hacer que estos comulguen con el medio en el que están: este buen trabajo se nota en detalles como dotarlos de un habla verdaderamente natural, que podemos escuchar en la calle y que, aunque llena de localismos (si eres canario comprenderás y sonreirás ante muchas expresiones) no abunda en la jerga propia del género negro, llena de frases sobadas que demuestran lo duro y malote que es tal o cual protagonista. El lenguaje utilizado, como digo, no rechina, es verdaderamente coloquial y se adapta tanto a las situaciones tensas como a las más relajadas sin intentar forzar ninguna pose. La ambientación canaria, uno de los motivos por los que me decidí por el libro, es sobresaliente: no conozco tanto Las Palmas como me gustaría, pero se nota que el autor ha cartografiado perfectamente el escenario y nos transmite con fidelidad el espíritu de la ciudad, lo que siempre es de agradecer. El ritmo de la narración no se estanca en absoluto, sino que va in crescendo a medida que avanza la trama: si bien la primera parte nos presenta la situación y nos ubica en el mapa, la segunda, con todas las piezas sobre el tablero, va a todo tren, con los acontecimientos precipitándose y el lector sin poder apartarse de ellos. Los capítulos cortos, los diálogos directos y el interesante argumento, que se aleja de la clásica investigación detectivesca para centrarse en el plan de esta pandilla de fracasados, conectan inmediatamente con nosotros, posicionándonos dentro de la historia y haciéndonos vivir sus peripecias como si formáramos parte de dicha aventura.
Me ha gustado muchísimo La estrategia del pequinés; es un libro que no dudo en recomendar, incluso a aquellos que no frecuenten el género. Me parece una historia inteligente, bien trabajada a varios niveles, con protagonistas solventes que conectan con el lector y un argumento que seduce y del que es fácil formar parte. Me ha impresionado la frescura y cercanía de la trama, el carisma de los personajes y la pericia del autor para aportar nuevo sabor a un género en el que parece que ya está todo inventado. El realismo descarnado, la ambición sin ambages y el peculiar reparto de actores derrotados que desfilan por esta novela merecen todo mi aplauso y elogio: nunca compartir momentos con un grupo de perros apaleados a los que todo son pulgas me produjo tanta satisfacción.
Todos ellos ahí, penando que la vida sigue como siempre, sin saber que todo va a cambiar de pronto, que en tan solo unos días la rabia y la sangre y el miedo y la muerte se habrán cernido sobre ellos, que ya nada volverá a ser igual.