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Channel: El Lado Frío De Mi Almohada | Lectura Inquieta
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Contra el viento del norte / Cada siete olas.

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Hola a tod@s!

No soy una lectora asidua a la novela romántica y reconozco que es un género que me echa un poco para atrás: ya sé que "el amor  mueve el mundo" y que este sentimiento impregna de distinta forma casi cada libro del mercado, pero a mí se me hace difícil disfrutar de una historia centrada única y exclusivamente en una relación amorosa. A ver, claro que me gusta que en un libro de cualquier temática se exploren los sentimientos de una pareja, siempre que estén bien llevados y tengan sentido con el resto de la trama, pero eso de leer una novela basada sólo en el "te quiero - no te quiero" no es para mí: la mayoría de libros así que he leído me han parecido pésimas obras que abundan en estereotipos rancios y en las que se da una imagen de la mujer con la que no me identifico, así que mejor evitarme el disgusto. Pero, como en todo en esta vida hay excepciones y yo también tengo un corazoncito al que a veces le da por suspirar... Por eso cuando veo que hay obras del género que son recomendadas incluso por aquellos que no lo frecuentan y que señalan su calidad no puedo evitar anotármelas ya que, al fin y al cabo, leer es como comer: lo mejor es tener una dieta variada. Hace un par de meses tuve un pequeño bache lector y me acordé de una  estas narraciones que tenían el amor por bandera y de la que todo el mundo hablaba muy bien; se trataba de Contra el viento del norte, una pequeña novela epistolar a la moderna (vía e-mail) que prometía desparpajo y naturalidad. Tras leerla, no pude evitar buscar inmediatamente su continuación, Cada siete olas, ya que el planteamiento de Daniel Glattauer, su autor, consiguió cautivarme: por ello les traigo hoy una reseña conjunta sobre estos dos libros románticos tan fuera de lo común que consiguieron reavivar la llama de mis relaciones tormentosas con las novelas del género.


Leo Leike es un tipo común y corriente que un día, por error, recibe un correo electrónico pidiéndole la cancelación a la suscripción de una revista con la que no tiene absolutamente nada que ver. Leo ignora tanto este como muchos otros mensajes con el mismo asunto que le llegan, hasta que decide sacar a la insistente persona que se los envía de su error. Al otro lado de la pantalla, Emmi Rothner está empeñada de darse de baja de la revista  Like sin darse cuenta de que envía por error sus quejas a una dirección equivocada... Una vez aclarado el malententido y, al contrario de lo que cualquiera podría esperar si le sucediera algo así, Leo y Emmi siguen intercambiando correos electrónicos que se vuelven cada vez más personales, haciendo crecer una inocente relación platónica que cada vez parece más peligrosamente real...


El alma de Contra el viento del norte y Cada siete olas son los diálogos entre sus protagonistas, Leo y Emmi: dos personas de caracteres muy distintos unidas por una curiosa casualidad ideada por un destino juguetón. Leo es un chico serio, tímido, introspectivo, mientras que Emmi es todo un volcán de energía, una persona dicharachera, alegre, irónica, que pone contra las cuerdas al sorprendido Leo más de una vez. Me asombró especialmente la capacidad del autor de generar una voz muy personal para cada uno de sus protagonistas: la correspondencia que intercambian Leo y Emmi parece estar escrita verdaderamente por dos personas diferentes, con personalidades muy marcadas; sus mensajes los definen muy bien y van creciendo en intensidad y complejidad a medida que esta extraña amistad da paso a sentimientos más fuertes. Los correos de la primera novela nos dan a conocer a dos personas que esconden más de lo que parece, dejando entrever lo que realmente sienten tras las palabras que virtualmente se dedican... Pero en el segundo libro las interacciones se vuelven más simples y se pierde la chispa que había caracterizado la relación de estos dos, convirtiéndose en otro relato del montón con un tira y afloja amoroso que desluce muchísimo su concepción original: creo que ni Leo, ni Emmi, ni el lector se merecían que se vulgarizara esta especial historia de amor del modo que lo hizo Cada siete olas.


Los libros, al estar narrados a modo de correos electrónicos. están escritos de un modo directo, en primera persona, sin intermediarios: no hay un narrador que suavice el tránsito de una etapa a otra, sino simplemente  son mensajes que se envían y en los que los protagonistas van desnudando lentamente su alma. Pequeños detalles como la hora de envío o el asunto nos dan pistas sobre la intensidad y dependencia que Leo y Emmi comienzan a tener uno del otro, pero son elementos sutiles, de los que nos vamos dando cuenta a medida que la cosa se pone seria. Las notas que se remiten comienzan siendo inocentes bromas que ponen a prueba la distinta capacidad de los protagonistas a responder ingeniosamente al otro, pero cada vez se van volviendo más personales y, con ello, más vehementes: el cándido coqueteo del principio muta en algo que parece ser amor. Sin embargo, aunque todo indica que merecen darse una oportunidad, Leo y Emmi se resisten a dar el paso de conocerse en persona: no hay que olvidar que más allá de la pantalla ambos tienen una "vida real" y quedar con el otro parece ser el método que desharía el encantamiento en el que están ensimismados, compuesto de correos electrónicos a medias donde todo es perfecto y feliz. Esta tensión funciona perfectamente en  Contra el viento del norte y no tanto en Cada siete olas, obra que hubiera preferido que Glattauer no escribiera: el primer libro había terminado de una forma perfecta, redonda, dejando al lector con el corazón encogido, mientras que el segundo genera más que nada indiferencia: en mi caso particular esta historia rompió el hechizo en el que me había sumido la primera y no hay vez en que piense en Contra el viento del norte sin arrepentirme de haber leído su continuación.


Creo que hoy me ha salido una reseña especialmente confusa y revuelta, pero es que esto de hablar de dos libros tan distintos a la vez ha sido todo un reto. Y sí, digo bien que son distintos porque creo que ambas historias no tienen demasiado que ver, más allá del nombre de los protagonistas: mientras Contra el viento del norte supuso para mí un soplo de aire fresco en cuanto a lecturas contemporáneas románticas, cayendo prendada de la aguda personalidad de los protagonistas y su insólita pero bella relación, Cada siete olas me pareció un libro más, donde ella se volvió una histérica paranoica y él un insulso perdonavidas que mataron todo lo bonito y especial que tenía el libro anterior. Desde mi punto de vista, Contra el viento del norte es un libro absolutamente recomendable, original, notablemente ejecutado, con una relación fuera de lo común pero muy bien llevada que culmina en una última parte vibrante y con un final increíblemente bueno, que quizás moleste a algunos pero que a mí me pareció ideal. Cada siete olas, sin embargo, no es un libro que me apetezca recomendar; aunque no está mal escrito pierde la esencia de todo lo anterior, desmoronándose a cada paso como un castillo de arena: quizás tenga un final más complaciente para el "gran público", pero no creo que fuera el que la historia merecía. En definitiva, si quieres leer un bonito romance contemporáneo que se sale de lo habitual, te recomiendo Contra el viento del norte, por ser una lectura fresca e inteligente que consigue conmover. Lo de leer su continuación, Cada siete olas, lo dejo bajo tu responsabilidad: es verdad que ata los cabos sueltos (para quien considere que quedaba alguno), pero por el camino sacrifica lo que hacía única la historia de Leo y Emmi: te aseguro que si yo pudiera volver atrás en el tiempo sabiendo lo que sé ahora, ni me plantearía darle una oportunidad.

Nota: Contra el viento del norte: 8/10 ;  Cada siete olas: 5/10.

"Nuestro caso es distinto, Emmi: nosotros partimos de la línea de llegada, y sólo se puede seguir una dirección: hacia atrás. Nos dirigimos a la gran desilusión. No podemos vivir lo que escribimos. No podemos reemplazar las numerosas imágenes que nos formamos el uno del otro. Será decepcionante que no estés a la altura de la Emmi que yo conozco. Y no lo estarás. Te sentirás deprimida si yo no estoy a la altura del Leo que tú conoces. Y no lo estaré. Después de nuestra primera - y única - cita nos separaremos desilusionados, desanimados, como después de una comida abundante que no nos ha gustado, a pesar de haberla esperado un año con un hambre feroz, de haberla hervido a fuego lento y a borbotones durante meses ¿Y luego qué? ¡Se acabó! ¡Ya está! ¿Haremos como si no hubiese pasado nada? No. Emmi, nunca se nos borrará la imagen desmitificada, desvelada, desencantada, defraudada, resquebrajada del otro. Y no sabremos qué escribirnos. Ya no sabremos para qué escribirnos. Y algún día nos cruzaremos en un bar o en el metro. Fingiremos no reconocernos o no vernos, nos apartaremos rápidamente. Sentiremos vergüenza por lo que ha sido de "lo nuestro", por lo que ha quedado. Nada. Dos extraños con un ficticio pasado común, por el que tanto tiempo y con tanto descaro se habían dejado engañar".


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